Meditación y Tiro – Algunas Reflexiones

Índice

1.- Introducción: el estado de atención plena. 1

2.- Meditación y concentración. 2

3.-Ejercicios cotidianos para mejorar la atención. 4


1.- Introducción: el estado de atención plena

En más de una ocasión recuerdo haber oído (y leído) que bastantes deportistas (no necesariamente de élite), meditan antes de realizar un ejercicio en un campeonato o en una prueba importante de cara a una clasificación.  Como practicante bastante asiduo (y agradecido) de la meditación y aficionado al tiro, intenté plantearme cómo aplicar la técnica a este deporte. Pensando en lo que habían hecho (y, al parecer, seguían haciendo) otras personas, lo primero que se me ocurrió fue tratar de meditar antes de realizar un ejercicio de tiro (sobre todo en el caso de IPSC, pero creo que el tema es también aplicable al caso del tiro de precisión, aunque probablemente con efectos menos apreciables).

Sin embargo, al tratar de comprender lo que en realidad significa la meditación, me convencí de que lo que de verdad había que intentar hacer (aún no lo he logrado, pero eso no invalida el razonamiento, y menos en mi caso), era meditar mientras se disparaba.

Trataré de explicarme: la meditación implica un estado de atención plena de la propia función vital, tal como nuestros sentidos la perciben. En el tiro, este estado de atención plena consiste en una apertura de mente, de visión y de todos los sentidos para aceptar y observar cosas que están ocurriendo mientras se dispara, en el instante en que éstas están ocurriendo.  Este estado “saca” al tirador fuera de lo que justamente acaba de ocurrir o de lo que podría ocurrir, y, sin embargo, es realidad en estado puro porque muestra exactamente lo que está ocurriendo en un determinado momento. Es observación sin pensamiento o juicio, y si podemos contemplar algo sin juzgarlo o evaluarlo, lo estaremos viendo en su forma más pura y real. El estado de atención plena permite experimentar sin retener la experiencia en la memoria. Una vez se ha tenido la experiencia de algo, hay inmediatamente otra cosa que experimentar, y cualquier memoria de la primera experiencia no se puede llevar a la siguiente o, de lo contrario, uno no puede imbuirse de ésta última (que es la que importa justo ahora), de forma completa. El estado de atención plena no conlleva ninguna carga de experiencias pasadas; sólo muestra lo que “es” en el momento, y permite al tirador observar las relaciones constantemente cambiantes entre él mismo, el arma y el/ los blanco/s.

Durante el ejercicio de tiro, las entradas de esta observación son verificadas y seguidas por la intuición del tirador (en realidad, a nivel del “subconsciente”, fuente de nuestras habilidades y no de lo que podríamos llamar “mente consciente”, fuente de nuestros pensamientos y representaciones mentales). Cuando la “mente consciente” entra en juego, lo que ocurre ante nosotros no se puede experimentar de forma completa tal como es en realidad, porque entonces estamos operando a través de un filtro- el filtro de nuestro propio conocimiento- que nos limita a nuestra experiencia pasada o a la comprensión futura de algo a través de dicha experiencia pasada y no estamos “viendo” la situación en su auténtica claridad.

Lo complicado de todo esto es cómo llegar a este estado de atención plena (en realidad, un estado activo de meditación). Por supuesto, la pregunta no tiene una respuesta sencilla, pero un camino puede consistir en tratar de comprender lo que no es meditación, para tratar de identificar esta última. En cualquier momento en que intentamos ejercer algún tipo de control sobre nuestro pensamiento, entonces esto no es meditación. Si hemos fijado un punto focal en nuestra mente antes de disparar, esto no es meditación, sino simplemente otra forma de pensamiento  (lo que entendemos por “concentración”) que “forzamos” en nuestra mente. Tirar bien exige una extrema atención. Si un tirador intenta caer en una especie de “trance dirigido”, entonces no estará atento a su entorno y su percepción quedará limitada por una atención igualmente limitada.

Cuando intentamos hacer algo para conseguir algo con “mente consciente”, en realidad no hay creatividad en nuestras acciones. Forzar un pensamiento en nuestra mente en la creencia de que controlará nuestras acciones nos va a sacar fuera de la experiencia. Si este pensamiento es lo único que permitimos que entre en nuestra mente, entonces no habrá sitio en ella para que nuestro subconsciente intuya y controle nuestra acción de tirar (cosa que es perfectamente capaz de hacer).

2.- Meditación y concentración

El acto de pensar cortocircuita nuestra percepción. En consecuencia, cuando intentamos hacer algo para conseguir algo, esto correspondería al concepto de concentración y no de meditación. La concentración es una forma de control, pero en realidad ¿quién es el controlador? La idea global del control no es más que una abstracción del proceso del pensamiento. Nuestras palabras y pensamientos pueden llevarnos a la ilusión de que tenemos control. Pero control como tal – control consciente sobre el resultado de nuestra acción de tiro – en realidad, no lo tenemos.

Calmar la mente mediante la meditación permite que la mente se abra para dejar entrar los estímulos de nuestro entorno. Una mente calmada y abierta percibirá todo lo que está ocurriendo y mandará controles de forma automática al propio cuerpo en un flujo incesante. Una mente  fija en un solo pensamiento “cegador” no puede percibir lo que ocurre más allá de este pensamiento. La meditación no establece una barrera entre la persona y la realidad, sino que expone esta realidad, es decir, la verdad de lo que está ocurriendo y de lo que la persona está haciendo.

Un ejemplo sencillo que puede ilustrar lo que tratamos de transmitir, aunque se trate de algo instantáneo, consiste en sacarnos del bolsillo las llaves de casa o del coche, lanzarlas al aire y cogerlas literalmente al vuelo. En el breve momento en que las llaves están en el aire, nuestros ojos están focalizados en las llaves y las cogemos, hemos experimentado un estado de meditación. Nuestra mente ha estado completamente libre de todo pensamiento y no hemos tenido ningún tipo de preocupación con respecto a lo que íbamos a hacer. Hemos estado totalmente enfocados en el simple acto de lo que estábamos llevando a cabo.

Si somos capaces de entrar en un estado de meditación antes de tirar, esto puede ser de ayuda porque calmará nuestra mente, bajará el volumen de nuestra “radio interna” y nos quitará sensaciones de preocupación o ansiedad. Pero para obtener todo el provecho de los efectos de la meditación, hay que ser capaz de meditar mientras se tira. Hay que alcanzar este estado de atención plena, con una mente abierta que no rechaza nada, y que es capaz de intuir y procesar totalmente todo tal como ocurre. De esta forma podremos sorprendernos a nosotros mismos llegando bastante más allá de donde creíamos que podíamos llegar.

En el caso del tiro de alta velocidad, como puede ser el IPSC, la distinción entre funcionar a nivel de “concentración” y funcionar a través de la meditación cobra una extraordinaria importancia.

La concentración, en su significado clásico, consiste en reducir la mente a una zona focal específica, predeterminada. En el tiro, la atención plena (estado activo de meditación) consiste en una apertura de la mente a todas las zonas focales que tengan alguna relevancia en la capacidad de tirar de forma excelente. La concentración es “de dentro a fuera”; la atención plena es “de fuera a dentro”. La concentración es limitante; la atención plena no tiene límite.

La concentración es pensamiento y, como tal, significa una exclusión del tiempo presente. Implica un estado de contradicción en el sentido de que pensar en una acción significa que la acción pasa a ser un pensamiento. Se puede pensar o hacer pero no se puede realmente pensar y hacer al mismo tiempo. La concentración requiere búsqueda, comparación, confirmación. Cuando la concentración del tirador se “rompe”,  éste se queda sin alternativa y su disparo se producirá en un estado de “limbo mental”. En cierto sentido, la concentración bloquea el aprendizaje porque aprender a concentrarse equivale a aprender a limitarse a las técnicas que ya se conocen. Con eso no se pretende decir que la concentración sea algo negativo, porque es mejor tenerla que no tener ningún punto focal en absoluto. Sólo se pretende transmitir que, definitivamente, no se la considera suficiente como respuesta al reto que presenta un rendimiento alto en el tiro.

3.-Ejercicios cotidianos para mejorar la atención

Un tirador de IPSC, por ejemplo, debe ir más allá de la concentración y aprender a funcionar en un estado de meditación o de atención plena (es decir, un estado de observación total). Y la razón de que sea tan importante y tan necesario es que esta especialidad implica una alta velocidad en la manipulación del arma y una intensa coordinación ojos-manos-cuerpo, así como el control de los tiempos. Funcionar a través de un estado de atención plena y observación es fundamental para poder adaptarse instantáneamente a las condiciones continuamente cambiantes que se dan en IPSC. Disparar un ejercicio de IPSC en un estado “clásico” de concentración es como jugar a baloncesto en el mismo tipo de estado: hay demasiadas cosas que están ocurriendo y  hay demasiadas cosas que influyen en lo que ocurre como para intentar focalizarse en una sola cosa o pensamiento en particular.

La atención plena es, básicamente, ejercicio. A través de él y con constancia se consiguen modificaciones visibles en la actividad cerebral que desde fuera se perciben como un mayor conocimiento y capacidad de influir en las emociones y en el efecto que éstas tienen sobre uno mismo. El campo para ejercitarse es infinito, pero la observación de la propia respiración es uno de los ejercicios básicos.

  1. En una posición relajada, se trata de prestar atención a la respiración, sin pretender modificarla ni controlarla. El aire entra por la nariz, pasa por la garganta, llega al pecho o al estómago y éste sube y baja al ritmo de la entrada y salida del aire. Y también notar qué ocurre en el resto del cuerpo al respirar una y otra vez. La mente acaba yendo a otras cosas a los pocos segundos. Se las observa, pero sin “colgarse” de ellas. Hay que volver de nuevo al aire que entra y sale.
  2. Atrapar instantes de la vida diaria para darse cuenta de lo que se está haciendo. Por ejemplo, camino del metro, fijarse en aquél árbol que siempre estuvo allí y en el que nunca se reparó.
  3. Mientras se habla con alguien, darse cuenta de lo que pasa por la cabeza y registrarlo.
  4. Mientras se espera en algún sitio, repasar el estado del cuerpo, “escanearlo”: tengo la respiración rápida, estoy sudando, el corazón me late deprisa, los pies están tocando el cemento, o estoy sentado con las piernas abiertas, noto el contacto con la silla, tengo las manos pegajosas…Todo esto sin intentar cambiar nada, sólo registrándolo.
  5. Cuando pasa por la cabeza un recuerdo, identificar el pensamiento; si éste causa irritación, identificar la emoción; y si provoca ganas de llamar a alguien, identificar la reacción.
  6. Dedicar un momento cada día, o más, a darse cuenta de lo que está pasando dentro de uno mismo y su entorno. Darse cuenta implica observar sin reaccionar.
  7. A medida que se practica, el proceso va siendo más rápido, más atento y más consciente del momento presente. Esa percepción permite procesar los eventos sin dejar detalle. La percepción se convierte poco a poco en más fina y eficiente.